Volvemos al punto de inicio. Nos interesa ahora, tras esta larga travesía por lejanos parajes, observar de nuevo este entorno buscando ahora no solo las especies autóctonas del área de Sanlúcar, sino alguna que podríamos haber traído con nosotros tras el viaje. Así, la palmera situada entre la fachada del palacio y la alberca, es una Latania borbónica, una planta extremo oriental en el sur de España, con un nombre que hace además referencia a una de las Casas con las que se vincula la familia ducal. La presencia de esta palmera es una buena muestra de ese mundo cada vez más pequeño donde aumentan las opciones de viajar, tanto de personas como de especies vegetales, que fue en cierto modo recogido por Antonio de Orléans en este verdadero Jardín de la Vuelta al Globo que son estos espacios verdes del actual Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda.
El 6 de septiembre de 1522, casi tres años después de haber zarpado la expedición de Magallanes de Sanlúcar de Barrameda, un marinero local, de nombre Pedro Sordo, fue quien avistó a la nao Victoria al mando de Juan Sebastián Elcano que se encontraba a la entrada de la barra, casi sin poder navegar y haciendo agua por todas partes. No daba crédito a lo que veía, la tripulación se encontraba escuálida y enferma, compuesta solo de 18 tripulantes y 3 indios que quedaban de los 13 que habían embarcado en Timor.
Embarcación y tripulación llegan renqueantes pero, eso sí, con un sorprendente cargamento de especias traídas de Oriente: algunas muestras de canela, nuez moscada y macis -la cáscara seca del fruto-, al parecer un palito de sándalo… y 381 bolsas de clavo, es decir, unos 27.300 kilos que sirvieron para cubrir con creces los gastos de la expedición.
No solo riquezas materiales llevaría la Victoria a su llegada a Sanlúcar, también
otras más intangibles y a su vez menos perecederas: era un barco cargado de
nuevos conocimientos. Desde este puerto, Elcano escribió al emperador Carlos V, dándole cuentas del viaje y del cargamento de especias que traía, comunicándole que habían dado la vuelta a toda la redondez del mundo, con lo que se había completado en Sanlúcar la primera vuelta al mundo. A la revisión de la geografía, del espacio físico, va asociada un cambio en la concepción podría decirse temporal del mundo. El cronista y superviviente Antonio Pigafetta se sorprenderá de hecho
cómo habían perdido un día, por viajar siempre dirigiéndose al oeste. Las
notas que en su diario registra Pigafetta sobre este fenómeno serán motivo de
inspiración, casi 350 años después, para Julio
Verne a la hora de escribir sobre otra famosa vuelta al mundo, la que
Phileas Fogg realizó en solo 80 días.